Mi jardin
Anoche regresé a mi biblioteca, después de toda una mañana ajetreada pero divertida, no podía perderme de un relajante instante en mi jardín privado, mi biblioteca. Naturalmente, es algo que hago muy seguido. No porque no amé este precioso mosaico de colores, sabores, aromas, pensamientos, incluidas las discrepancias sociales, sino porque a veces me da mucha flojera lidiar con él. Me enferma la arrogancia de la gente. Espero de todo corazón nunca caer en eso. En fin, ahí estaba yo, cerrando los ojos para sumirme en los pasillos y en las estanterías de mi querida biblioteca, esperando encontrarme con ese escurridizo guardián adicto a los libros.
Cuando finalmente me encontré en los pasillos de mi jardín, bueno, de mi biblioteca, la luz que bañaba cada recoveco era de un azul zafiro tenue con variaciones en índigo. El techo... Bueno, en realidad, no hay techo, en su lugar está el cielo raso. Salpicado de estrellas de todos los tamaños. Todas muy brillantes. Es por eso que aquí no hay candelabros, lámparas u otras formas de iluminación. Las estrellas, al igual que el Sol y la Luna alumbran lo suficiente, así puedo tomar los libros a placer. Al centro de este colorido e inusual jardín, sobre un atril de cristal, está mi libro favorito: Las Cartas de Amor del Cielo. Seguro que ustedes lo conocen como Biblia. Aquí es la Fuente Principal que alimenta el jardín.
Cuando finalmente me encontré en los pasillos de mi jardín, bueno, de mi biblioteca, la luz que bañaba cada recoveco era de un azul zafiro tenue con variaciones en índigo. El techo... Bueno, en realidad, no hay techo, en su lugar está el cielo raso. Salpicado de estrellas de todos los tamaños. Todas muy brillantes. Es por eso que aquí no hay candelabros, lámparas u otras formas de iluminación. Las estrellas, al igual que el Sol y la Luna alumbran lo suficiente, así puedo tomar los libros a placer. Al centro de este colorido e inusual jardín, sobre un atril de cristal, está mi libro favorito: Las Cartas de Amor del Cielo. Seguro que ustedes lo conocen como Biblia. Aquí es la Fuente Principal que alimenta el jardín.
Y sí, son Cartas de Amor. No importa lo que digan los científicos -quienes nunca dan la cara, por cierto- y se empeñan en querer tocar y ver todo lo que no se puede ver. No importa lo que digan los incrédulos, y toda suerte de fanáticos ateos anti-todo que no creen ni en su sombra. La Verdad es la Verdad, y el hecho de que no podamos ver lo que no es visible, de ninguna manera quiere decir que no está ahí.
Estaba estudiándolas, cuando una voz suave y melodiosa me sacó de mi estupor.
-Hace tiempo que ya no te veía por aquí. Me has tenido olvidado. ¿Dónde te habías metido?
-Lo siento. La verdad es que a veces tengo tantas cosas en la cabeza últimamente, que ha supuesto una especie de obstáculo en la entrada. No había podido entrar hasta ahora.
-Sí, pareces tensa. ¿Ha pasado algo relevante?
-No, en realidad, nada digno de ponerle atención, excepto tal vez el hastío que a veces me provoca el mundo.
-Sé lo que necesitas. Ven conmigo.
En el pasillo central donde se encuentra el atril, es uno de los pasillos más anchos, y al final de éste, hay un umbral sin puertas que conduce a mi parte favorita de este jardín. El bosque. El más saludable como jamás se haya visto. Es aquí donde el guardián y yo, nos apropiamos de las gruesas ramas de un enorme álamo con más de 4 300 años de antigüedad.
-Me encanta este lugar. Ojalá no tuviese que despertar.
-Ya vendrá tu momento. Sin embargo, ese momento no es hoy. Algo aún te ha de faltar por hacer.
-¿Eso crees?
-Desde luego. De otra manera, pasarías más tiempo en esas estanterías y jugueteando entre los árboles.
-Tienes razón. Es que últimamente el mundo me fastidia. Nadie está satisfecho con lo que tiene. Y la envidia en el corazón de los hombres hace estragos. Luchar contra eso es agotador, pero no deja de ser apasionante.
-Es mejor que no pienses más. Cada vez que piensas en cosas lúgubres, llega la niebla. Esta vez, tú toca la flauta y yo cantaré.
El sonido de la flauta del guardían del jardín es exquisito. Es como la brisa del viento al amanecer. Se percibe mejor y hasta el aroma a tierra mojada golpea los sentidos. Uno se siente vivo y en completa sintonía con lo que le rodea.
Éste es mi refugio. Éste es mi hogar.
Todos los derechos reservados.
Estaba estudiándolas, cuando una voz suave y melodiosa me sacó de mi estupor.
-Hace tiempo que ya no te veía por aquí. Me has tenido olvidado. ¿Dónde te habías metido?
-Lo siento. La verdad es que a veces tengo tantas cosas en la cabeza últimamente, que ha supuesto una especie de obstáculo en la entrada. No había podido entrar hasta ahora.
-Sí, pareces tensa. ¿Ha pasado algo relevante?
-No, en realidad, nada digno de ponerle atención, excepto tal vez el hastío que a veces me provoca el mundo.
-Sé lo que necesitas. Ven conmigo.
En el pasillo central donde se encuentra el atril, es uno de los pasillos más anchos, y al final de éste, hay un umbral sin puertas que conduce a mi parte favorita de este jardín. El bosque. El más saludable como jamás se haya visto. Es aquí donde el guardián y yo, nos apropiamos de las gruesas ramas de un enorme álamo con más de 4 300 años de antigüedad.
-Me encanta este lugar. Ojalá no tuviese que despertar.
-Ya vendrá tu momento. Sin embargo, ese momento no es hoy. Algo aún te ha de faltar por hacer.
-¿Eso crees?
-Desde luego. De otra manera, pasarías más tiempo en esas estanterías y jugueteando entre los árboles.
-Tienes razón. Es que últimamente el mundo me fastidia. Nadie está satisfecho con lo que tiene. Y la envidia en el corazón de los hombres hace estragos. Luchar contra eso es agotador, pero no deja de ser apasionante.
-Es mejor que no pienses más. Cada vez que piensas en cosas lúgubres, llega la niebla. Esta vez, tú toca la flauta y yo cantaré.
El sonido de la flauta del guardían del jardín es exquisito. Es como la brisa del viento al amanecer. Se percibe mejor y hasta el aroma a tierra mojada golpea los sentidos. Uno se siente vivo y en completa sintonía con lo que le rodea.
Éste es mi refugio. Éste es mi hogar.
Todos los derechos reservados.
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