A la sombra de un árbol

Vengo cada noche, no lo puedo evitar, al cerrar los ojos y sumirme en el reposo habitual de cada día, mi alma cabila en la inmensidad de este jardín. Aquí se respira paz, las saetas del cazador no me pueden alcanzar. Hay noches en que mis paseos habituales por los pasillos de mi biblioteca y la sustanciosa conversación con el guardián del jardín los cambio por  un paseo sobre llanuras verdes, ríos de limpias aguas, sin otro afán más que el de despejar mi mente de todo lo que es mundano, porque ciertamente, el mundo pesa.

Hoy estoy más relajada, y ya comienzo a divisar la entrada al jardín: mi biblioteca. La puerta es lo bastante gruesa como para indicarle al visitante, las dimensiones del contenido de la misma; es una puerta en madera de cedro y roble con acabados rústicos, es sencilla, sin adornos ni inscripciones misteriosas. La puerta es sobria, pero muy bonita y siempre está abierta. 

Al entrar se pierde la cuenta del tiempo, a veces me parece que paso muchas horas entre los bosques llenos de vida, sobrevolando montañas y lagos. Después de un tiempo, hallé mi árbol favorito, un sauce llorón de relucientes hojas de color azul como zafiro, con un tronco de más de 2 m de diámetro y más de 6 m de longitud, donde el Guardián del jardín ya me esperaba entonando una dulce melodía con un arpa.

-¿Dónde habías estado? Preguntó el Guardián del jardín con su tierna y potente voz.
-Lo siento. Me entretuve entre los árboles, las montañas y las aguas. En verdad que todo es hermoso en este lugar.
-Lo sé.
-En todas partes ilumina la Majestuosa Mano del Creador. ¿Por qué cuestionarse si existe o no? No debería haber duda de que es Real y Verdadero.
-Eso sucede cuando los pensamientos propios y el conocimiento humano empañan la visión, y arman un jaleo con sus teorías de esto y aquello.
-Sería tan sencillo si quisieran.
-Lo sé.
-Siento pena por la humanidad. ¿De qué va tanto saber si no hay amor, sólo soberbia y sufrir?
-Mejor, sigue hablando conmigo, no te afanes, no desesperes, todo cae por su propio peso, al final, muchos se darán cuenta. Ahora, dime qué más te preocupa.
-Un sueño que tuve la otra noche, a veces va, a veces viene y a veces no regresa.
-¿Ese muchacho? ¿Te preocupa?
-Algo así. Una vez lo vi entre la multitud, y al abrirme paso entre las personas, él me miró y yo sostuve su mirada, como si, bueno no como sí, sino que nos reconocimos, nos abrazamos y lloré, en sus ojos también había lágrimas, no estoy segura si fue la emoción del encuentro, sólo recuerdo que sentí mi corazón saltar, pero esta vez no huí, me planté, lo abracé, lo toqué, sostuve su rostro entre mis manos y pronuncié su nombre. ¿Cómo puede ser?
-¿Recuerdas su nombre?
-Benjamín.
-Una conexión interesante. ¿Cuántas veces te ha pasado?
-Al menos unas tres, quizás siete veces.
-No te preocupes, no le des tanta importancia, puede que tu misión te lleve hasta él.

El Guardián del jardín continuó tocando el arpa, y me sentí más tranquila. No pensé más en el futuro, me enfoqué en el presente, y la opresión que sentía en el pecho, se disipó.

Me sentí más tranquila, tal vez tenga razón y deba dejar de preocuparme tanto por el hecho de que aquel joven siga apareciendo en mis sueños con tanta frecuencia. Seguí su consejo y canté al son de su arpa.

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